Casa-museo
Urdinola-Arizmendienea es un ejemplo muy destacado de la arquitectura guipuzcoana por sus características constructivas y estilísticas. En las últimas décadas del siglo XIX Oiartzun quedó al margen de la intensa industrialización de los municipios cercanos, por lo que se utilizó como casa de verano de una familia burguesa donostiarra por la riqueza natural del entorno y la conservación de su carácter tradicional. Su visita es una oportunidad para conocer los modos de vida, comportamientos sociales del pasado y otros pasajes de nuestra historia.
La casa y el jardín
En 1759 se da comienzo a la construcción de la casa por parte uno de los miembros de la familia Arbide, enriquecido a costa de “hacer las Américas”. La estructura original de la casa ha sufrido importantes remodelaciones pero ha mantenido su esencia monumental original: un palacete urbano que conserva al exterior su carácter austero y trazado neoclásico. Desde su comienzo se configura su vocación como vivienda de estatus social elevado, y a lo largo de los siglos posteriores las obras de acondicionamiento y modernización ahondarán en esa idea.
En el siglo XIX nace lo que hoy conocemos como familia nuclear: la pareja heteropatriarcal y las hijas e hijos, que constituye el fundamento del orden social decimonónico. La familia y la casa aparecerán desde ese momento unidas, siendo la casa un elemento simbólico, de proyección social de la familia.
El jardín es un elemento fundamental en el conjunto y es el único que se conserva en Oiartzun. La sociedad burguesa del siglo XIX desarrolló el concepto de tiempo libre y, los jardines, constituyeron un espacio privado para el ocio y disfrute de las familias, en especial de las mujeres de clase alta, -pues durante la modernidad, según las prácticas sociales, no era aceptable su aparición en los espacios públicos-. También se consideraron un elemento de calidad en la arquitectura residencial. En estos jardines había animales y plantas exóticos, signo de distinción y espíritu cosmopolita. Aquí encontramos magnolios y sekuoiais.
El interior de la casa y su decoración
El edificio tiene tres plantas y una superior bajo la cubierta. La distribución interior actual es fruto de sucesivas reformas realizadas para adaptar las estancias de la casa a los nuevos usos y costumbres del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. La fachada del acceso principal a la casa recorre el lema Emen sartzen dana, bere etxean dago -el que entra aquí, entra en su casa- que acoge al visitante y a la vez anticipa una de las características principales de la familia Arizmendi: su carácter nacionalista. Por otra parte, y atravesando el jardín actual, se conserva el acceso al garaje, en lo que eran las caballerizas.
La organización moderna del espacio interior de las viviendas se desarrolló a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, y estaba constituida según los nuevos rituales sociales, de género y clase, y siguiendo una transición que iba desde los espacios públicos a los privados. La visita se estableció como actividad social relevante y el grado de cercanía y confianza de las mismas con la familia establecía el nivel de acceso a las diferentes estancias de la casa. Por otra parte, nuevos elementos influyeron en la organización interna de la casa aparte de los ya mencionados: la estructura de familias nucleares y, las nuevas teorías higiénicas.
Atravesando el acceso principal está el vestíbulo. Conserva su forma original del siglo XVIII y se accede también desde el antiguo garaje. La función de recepción de la visita está remarcada por la presencia de elementos decorativos y mobiliario de carácter y cronología variados pero que comparten una función común: la acogida y el asiento; y es donde se tendrá la primera impresión del interior de la casa y de sus habitantes. Los estilos de los elementos decorativos que vemos son los que sirven para su representación pública y los que se repetirán después en las estancias de carácter público de la casa: mobiliario neovasco y elementos de estilo francés.
El primer piso está pensado como piso principal cuya funcionalidad está supeditada a dos acciones sociales: el acto de comer (el comedor y la cocina) y de estar (la sala de estar). El comedor, es un lugar de referencia en todas las casas: su mobiliario sigue el estilo neovasco del vestíbulo y rememora los caseríos vascos tradicionales. La filiación ideológica nacionalista de la familia Arizmendi -propietaria de la casa desde el año 1920- es coherente con la presencia de un mobiliario que guarda una importante carga simbólica e identitaria. Junto al comedor, se sitúa la habitación azul. Sorprende el carácter de esta salita en contraste con el comedor y el conjunto de la casa. Destaca el papel de la pared que imita la textura de la seda mostrando el gusto francés de la familia. Se trata de un espacio reservado exclusivamente a las visitas con la idea de proyectar un determinado sentido del gusto sofisticado y cosmopolita que es excepcional en este entorno.
Desde el punto de vista del uso de los espacios interiores, la coincidencia en un mismo piso de la cocina y el comedor permite la cercanía de la familia y el personal de servicio de la casa, cuyos espacios de confluencia son muy reducidos. La distancia social simbólica entre los dos grupos se representaba mediante la distancia física que se ejercía entre ambos. Por lo que a pesar de que el funcionamiento de la casa recaía en manos de las trabajadoras, su presencia estaba totalmente invisibilizada.
Al carácter público del primer piso, se le contrapone el uso privado del piso superior, el cual alberga los dormitorios. El matrimonio ocupaba el dormitorio principal que destaca por su decoración. Al no estar supeditada por la imagen pública que querían proyectar de sí mismos, tenía un carácter distinto que oscilaba entre el modernismo y el art decó. El mobiliario incluye elementos para la higiene básica característica de la época, sobre todo dirigida a las mujeres: mueble palanganero, y un tocador femenino. Las habitaciones del resto de la familia se ubican también en esta planta. El cuarto de baño, ubicado en la misma planta que los dormitorios, es de dos piezas: con un ropero-vestidor y sala de baño. Sin embargo, la dotación higiénica de la casa permite conocer las costumbres en diferentes momentos históricos: se conserva un sillón orinalero doble de madera -actualmente ubicado en el zaguán-; en la galería, se encuentran los retretes sencillos; y el mencionado cuarto de baño de la planta superior muestra una concepción moderna de la intimidad y la higiene, que hacía referencia a la limpieza tanto física como moral vinculada directamente con la clase y el género.
Bajo la cubierta, se encontraba la habitación de las chicas de servicio que comenzaban su andadura como internas hacia los 7 años hasta su casamiento. La dotación de un espacio propio y privado se considera un elemento significativo y progresista en relación al tratamiento del personal trabajador de la casa. A pesar de ello la distinción de clase estaba marcada no solamente por la ubicación del espacio, sino también por el mobiliario.
Finalmente, encontramos la capilla encargada en 1935 por Angel Arizmendi para su esposa Juana Ayestaran como regalo de aniversario. El arquitecto Juan Jose Olazabal, miembro de GATEPAC, aplicó en este espacio los diseños y materiales más vanguardistas de la época, como es el corcho. También es remarcable la presencia del euskera en sus paredes, que nos recuerda la importancia que tuvo la religión en su recuperación. Fue la última obra realizada en la casa antes del exilio de la familia obligada por el levantamiento militar de 1936 dada su ideología nacionalista.
Es destacable la participación de Juana Ayestarán en el grupo Emakume Abertzaleon Batza (mujeres nacionalistas vascas), ligada también al movimiento nacionalista. La casa ha sido testigo de diferentes pasajes relacionados con la Guerra Civil, como el establecimiento de la comandancia militar en la casa o la detención de Angel Arizmendi y su posterior fusilamiento en Íbero.